CAPÍTULO 4
Se encaminaron hacía su apartamento con el habitual ritual.
En esta ocasión, era más importante que nunca llevarlo acabo. Tryzz necesitaba
todo el silencio y tranquilidad del mundo para poder prepararse adecuadamente.
Al llegar a casa, los hermanos Hanzo sabían lo que debían
hacer. Sabían que Tryzz era alguien de costumbres, y de ahí no la saques.
Sabían que Tryzz subiría a la azotea con la música a todo volumen. Sabían que
no bajaría hasta la hora de comer. Y sabían que si la comida no estaba lista
cuando ella bajara, se armaría una gorda y no podrían estar en sintonía esa
noche.
Tal y como ellos sabían, Tryzz subió a su azotea. Tal y como
ellos sabían que haría, puso la música a todo volumen. Lo que ellos no sabían
era lo que hacía Tryzz ahí arriba. Y jamás lo sabrían. Era otra de sus manías.
La azotea era su particular refugio, su santuario, por así
decirlo. Los Hanzo sabían que nunca debían subir, aunque ella no se lo hubiera
dicho nunca. El espacio estaba preparado como una pequeña ciudad. Había paredes
y vallas, muros…
La música empezó a sonar y ella empezó a trepar por las
vallas, al son de la música. Se abalanzaba contra las paredes solo para poder
girar usándolas de apoyo.
Saltos, más saltos, piruetas… Era verdaderamente espectacular
verla. Pero nadie la veía. Era su entrenamiento particular. Y si había alguien
con ella, no serviría de nada.
Empuñó dos espadas de madera para simular a sus chicos, y
empezó a hacer lo mismo de antes. Hacerlo sin espadas era más sencillo, por eso
debía hacerlo cuanto más complicado mejor.
Estuvo ahí arriba durante 3 horas…
Por su parte, los hermanos Hanzo se dedicaron a hacer alguna
que otra tarea de la casa, sin preocuparse demasiado por la chica de la melena
azul.
Al cabo de una hora, mientras se hacía la comida, empezaron a
comentar la estrategia de esa noche.
-Hay que atraparlo mientras esté en el callejón, antes de que
mate a su siguiente víctima –dijo Zack con su habitual semblante pensativo.
-Habrá que acorralarlo… O hacer que no pueda atacar, pero que
tampoco pueda escapar… ¿Me explico? –dijo el rubio mientras se levantaba para
atender la comida.
-Me he perdido… ¿A que te refieres? –el moreno estaba
confuso.
-Estás espeso, ¿eh hermanito? –se rio Hans. –Es muy simple.
Verás, esa bestia es alguien de costumbres, ¿verdad? No podrá matar a nadie si
no está en el callejón adecuado o con la víctima adecuada. Hay que localizar a
la próxima víctima y ponerla a cubierto… Y luego, crear un señuelo.
Zack se quedó pensativo un rato, mirando al infinito. Su
hermano sabía que estaba pensando, así que no le molestó. En determinadas
ocasiones, Zack era realmente lento…
Hans casi se había olvidado de su hermano mientras sostenía
la cuchara de madera.
-¡CLARO! ¡ERES BRILLANTE HANS!
El pobre rubio dio un bote que hizo que la cuchara saliera
volando.
-¡No me des esos sustos, melón! –Hans fue a por la cuchara y
le dio un golpe a su hermano con ella con todas sus fuerzas.
-Perdona, me había quedado absorto… -dijo el moreno
disculpándose y frotándose la cabeza, menudo golpe le había dado… -Mira, es un
plan brillante. Saldremos de aquí una hora antes y custodiaremos la zona.
Tendremos ese callejón y los cercanos vigilados. A la primera chica rubia que
se acerque, la alejamos de ahí. Y luego… sobre el señuelo…
-Si, tengo que admitir que no había pensado en ello, lo he
dicho porque parecía una buena idea, pero no se me ocurre que… -Hans dejó de
hablar, el modo en como le miraba su hermano no le gustaba nada. Los ojos del moreno
se iluminaron y su hermano supo en qué estaba pensando.
-¡Ah no, eso si que no! ¡Tú alucinas! ¡Ni hablar! –Hans se
alejó de ahí con paso decidido.
-Venga, ¡si ha sido idea tuya! –dijo su hermano
persiguiéndolo. –Además, yo no puedo hacerlo, ¡no soy rubio!
-Una cosa es atrapar a un asesino, ¿pero travestirme para
eso? ¡Tú estás loco!
-Hay que sacrificarse por el equipo, hermanito. Además, solo
será un momento, hasta que le tengamos donde queremos… y luego acabamos con él.
Hans le miró escéptico y se encerró en su habitación. Zack
sabía que no estaba enfadado, simplemente lo estaba considerando. Se encogió de
hombros y fue a la cocina a acabar de hacer la comida.
Hans se cruzo de brazos y piernas sentado en la cama, con los
ojos cerrados, pensativo. Su hermano debía estar de coña, ¿verdad? ¿Cómo iba a
hacerse pasar por una chica? Era rubio si, pero era musculoso y se veía a la
legua que era un chico… Pero… Lo harían de noche, y si Tryzz le ayudaba…
Dioses, ¡no! Sacudió la cabeza. Era demasiado vergonzoso. Pero, realmente, era
un buen plan, y necesitaban algo para pillar a ese triple asesino…
-¡AAAAAHHH! ¿PORQUÉ A MI? –Hans exhaló un grito que resonó
por toda la casa. Se dio un par de cabezazos contra la pared y empezó a
revolverse el pelo con las manos mientras se revolvía en la cama, sin saber qué
hacer.
Zack, por su parte, terminó de hacer la comida y puso la
mesa. Cogió un libro mientras esperaba a que Tryzz bajara a ducharse.
Al cabo de media hora, la escuchó. Bajó y se encaminó a la
ducha. Fue una ducha rápida, solo para quitarse el sudor de haber entrenado. Se
había recogido el pelo en un moño y ya se había lavado la cabeza esa mañana. En
cinco minutos, estaba fuera de la ducha.
Cuando ya se había vestido, la comida estaba en la mesa y los
tres sentados alrededor. Los hermanos Hanzo, los cuales podían comunicarse
telepáticamente, discutieron si contarle el plan a Tryzz o no. Al final, se lo
contaron.
-¡Jajajajajaja! ¡Por todos los dioses, si! ¡Hay que hacerlo!
–Tryzz se rio tanto que se cayó de la silla y seguía riéndose a carcajada
limpia en el suelo.
-Pero bueno, ¿tú en qué piensas? –dijo Hans enfadado.
-¡En que nunca tuve una hermana pequeña! –dijo Tryzz,
arrancando a reír nuevamente. Eso hizo que Zack se riera también.
-¡Venga ya! ¡Callaos, bocazas! ¡¿Es muy fácil reírse si no
tenéis que hacerlo vosotros, verdad?!
El moreno y la chica se miraron, tratando de sosegarse.
Cuando lo consiguieron, Tryzz habló:
-Bueno, pongámonos serios. Dejando de lado la broma evidente,
es un plan brillante. Venga Hans, si esto sale bien, te hago el plato que tu
quieras para celebrarlo –dijo Tryzz guiñando un ojo.
El rubio se quedó pensativo. Tryzz cocinaba bien cuando se lo
proponía, y solo sería durante un rato, mientras le acorralaban…
-Bueno listillos, ¿y como se supone que vamos a hacerlo? Seré
rubio, pero se nota a la legua que soy un chico.
-Oh cielo, ¡nunca subestimes a tita Tryzz! Antes de ser
usuaria, he hecho más cosas… ¿No os habéis fijado que tengo un armario enorme
en el baño? Pues ahí guardo mis cosillas para hacer magia –dijo Tryzz esbozando
una gran sonrisa.
Se encaminaron los tres hacia el cuarto de baño. Hans se
sentó en la taza mientras que ella abría el gran armario. Sacó un enorme
maletín.
-Lo primero es lo primero. Tienes la piel fatal cielo, ¿te lo
he dicho nunca? –Tryzz le puso una especie de turbante, (pues el pelo le tapaba
la cara) y empezó a aplicarle potingues.
-Oye oye. Tiene un pase que tú me veas, porque eres tú quien
me va a hacer… lo que sea que vayas a hacer. Pero quiero que Zack se largue,
esto ya es suficientemente humillante…
-¡No! ¡Yo quiero ver! –dijo el moreno, como un niño que
quiere entrar en una tienda de juguetes.
-El rubiales tiene razón nene. Estás disfrutando demasiado
con esto. Vete a la cocina y recógela, ¿quieres? –dijo Tryzz en un tono
autoritario.
-¡Pero…! –Zack empezó a protestar, pero con ella eso no
servía de nada.
-Zack. Recoge la cocina –cuando ponía ese tono, daba miedo.
-S-si… Zack se alejó temblando, realmente daba miedo.
Tryzz suspiró. No quería haber sido tan brusca, pero no le
había dejado alternativa. El rubio la miró con aires de culpabilidad y algo
preocupado.
-Tranquilo. A él también le prepararé algo que le guste –dijo
poniéndole la mano en el hombro.
Tryzz siguió trabajando. Le aplicó un segundo y un tercer
potingue, mientras que Hans se limitaba a cerrar los ojos y a dejarla hacer.
-Bueno, esto es otra cosa. Tu piel está muchísimo más fina…
Como que te has duchado esta mañana, tendrás el pelo limpio, ¿verdad? –el
rubiales asintió. –Pues bien, es la hora de… ¡cha-chán! –dijo toda feliz
mientras sacaba algo de la bolsa.
-¿Y esto qué demonios es? –señaló Hans, escéptico.
-Esto, mi buen amigo –dijo ella mientras le quitaba el
turbante y le peinaba –se llaman extensiones. Estas en concreto son de cortina,
por lo que podremos hacer que parezca que tienes el pelo largo y además, son
del mismo tono que tu rubio. Perfecto.
-Oye, ¿por qué tenías extensiones del mismo tono de color que
mi pelo?
-Ah, ¡jamás lo sabrás!
Giró a Hans para ponerse detrás de él y se las colocó con
unas pinzas que las propias extensiones llevaban. Le volvió a peinar.
-Vaya, ¡menuda señorita!
Hans se miró al espejo con miedo. Vaya. Si alguien le miraba
de lejos, si que parecía una chica.
-¡Te dije que no me subestimaras, querido! ¡Tita Tryzz es maga!
Pero… tus músculos… se ven demasiado…
Cogió unas vendas del armario y empezó a vendarle los brazos
a la par que apretaba las vendas.
-Si las aprieto demasiado dímelo. Tengo que apretarlas lo más
fuerte que pueda.
-Tranquila, puedo aguantarlo.
-Tienes suerte de no ser peludo cielo. Si no, tendrías que
conocer a mi buena amiga la cera.
La cara de Hans palideció. Si bien no se había depilado
antes, sabía muy bien lo que era
Tryzz se marchó para ir a buscar ropa. La suya no le valdría,
Tryzz era muy pequeña. Pero seguramente si que le valdría algo de su madre. Si,
algo serviría.
Empezó a rebuscar en el armario donde había puesto toda la
ropa de sus padres. Vio algo perfecto: Un vestido negro, largo y con mangas,
perfecto para la ocasión. Se le encendió la lucecita y cogió un par de cosas
más.
-Ya estoy aquí, querido. He encontrado algo que nos va a ir
de perlas. Pero antes… -le tiró algo.
-¿Y esto que se supone que es?
-Esto son medias de compresión –dijo ella sonriendo. Y
tendrás que aprender a andar con esto… -dijo mientras le enseñaba unos tacones.
El pobre Hans
palideció más todavía. –Debes estar de broma, Tryzz.
-Puede que esté sonriendo, pero te aseguro que hablo muy
enserio. Ponte las medias y te enseñaré a andar con tacones.
-Como esto no sirva para pillar al monstruo ese… -dijo con
resignación mientras se ponía las medias.
-Verás como le cogemos. Ponte los tacones, venga.
Dejó al rubio mirando a los tacones con cierto asco mientras
ella iba a buscar unos suyos.
De camino a su habitación se encontró con su moreno favorito.
Sonreía demasiado.
-Primera advertencia, señorito. Una sola risa, una sola
burla, y haré que te arrepientas de ser mi arma. ¿Me he explicado bien, Zack
Hanzo? –dijo Tryzz empleando su tono más serio y autoritario.
Si Zack ya era pálido, ahora parecía que fuera uno con la
pared del pasillo, blanca inmaculada.
-C-claro… N-no hace falta que…
-¿¡ME HE EXPLICADO BIEN?! –alzó un poco la voz.
-Si, Tryzz –el moreno sabía que cuando se ponía así, lo único
que podía hacer, era acatar la orden sin chistar.
-Eso pensaba yo –su expresión se relajó y sonrió un poco. –Ve
pensando en qué querréis que os prepare. Si esto sale bien, ¡tendremos un
festín por todo lo alto! –dijo mientras se alejaba hacía su habitación.
Zack también se relajó y sonrió. Mmm, ¿qué podría pedirle?
Algo que le saliera muy bien, algo que hiciera tiempo que no preparaba… Habría
que pensarlo bien, ocasiones como esta no se presentan todos los días… Ya lo
pensaría luego, lo primero es lo primero.
Por su parte, Hans y Tryzz estaban en uno de los largos
pasillos, tratando de enseñar al pobre rubio a andar con uno de esos infernales
zapatos de tacón.
-¡Venga querido, no es tan difícil! ¡Fíjate bien! –dijo la
chica desde la otra punta del pasillo. Caminó hasta donde estaba el rubio, que
ya se había caído un par de veces de bruces.
-Vamos a pensar en otra cosa Tryzz, esto es imposible… -dijo
el pobre Hans, que estaba muy cansado.
-Hans Hanzo, he amenazado a tu hermano si llega a reírse,
¡así que súbete a esos zapatos y camina!
Suspiró. Volvió a subirse a esos tacones y se tambaleó. Esta
vez, Tryzz se puso delante de él y le cogió las manos, como cuando enseñas a
andar a un bebé. Eso dio mejores resultados.
-¡Eso es! ¡Muy bien grandullón! ¡Así se hace! –Tryzz pensó
que si le alentaba, le pondría más ganas. Y no se equivocaba. Llegaron al final
del pasillo. Se giraron y volvieron a intentarlo. Esta vez, Hans no se
tambaleaba tanto, pero todavía sujetaba las manos de la chica. Tras un par más
de idas y venidas, el rubio ya no se aguantaba, pero se tambaleaba un poco. A
los 15 minutos, caminaba como una persona normal. Y 5 minutos después, ya le
pilló el truco a andar con gracia.
-¡Ya lo tienes chico! ¡Estás hecho un crack, Hans! –por fin,
tanto practicar había dado sus frutos.
Se quedó practicando unos 5 minutos más, para asegurarse de
que de verdad lo haría bien.
Todo estaba en marcha. El señuelo estaba listo, y ella había
practicado hasta la saciedad.
-¿Cómo lo lleva? –pregunto Zack, cuando salió del pasillo.
-Más que bien. Ya lo verás luego. Esta noche, el alma de esa
bestia será nuestra.
Chocaron las manos. Solo faltaba esperar.