sábado, 20 de julio de 2013

Heridas de batalla

Las heridas del corazón son las que más duelen. Son las que no se ven, las que nadie conoce. Las que todos pasan por alto. Esas heridas de batalla se quedan ahí, y parecen no marcharse nunca, verdad?

Y quizás desees no haber pasado por eso. Desearias no haber querido, no haber deseado, no haber tocado... Desearías que aquello no fuera lo mejor que hubieras tenido jamás. Pero, princesa, la vida no es un genio que conceda deseos.

Así que, coge todos esos deseos y lánzalos al fuego, que ardan, que ardan en el infierno! 

Sobreponte a esas heridas de batalla. Crece, levántate y se más fuerte. Aunque parezca no que no vayan a desaparecer. Ese es el único modo de seguir siendo tú, de seguir siendo auténtico

Get over battle scars but will not go anymore. Be strong and perhaps cease to hurt so much

domingo, 30 de junio de 2013

Soul Hunter: 7

CAPÍTULO 7



-¿Así es como vamos a acabar, Hans…? –Zack había perdido cualquier atisbo de brillo en sus ojos. Habían perdido la esperanza. Después de perder a su familia, su casa… Solo se tenían el uno al otro.
-Zack… -Abrazó fuerte a su hermano. –Quiero que sepas que te quiero muchísimo. Gracias por haber cuidado siempre de mi…
-Hans… -El moreno se sorprendió, y se pusieron ambos a llorar, abrazados el uno al otro esperando su fatídico final. Ya no les quedaba nada, estaban solos. Y entonces… Entonces, dejaron de sentir como la lluvia les golpeaba. Alzaron la vista muy lentamente y se encontraron con la mirada de una chica realmente bajita que sostenía un enorme paraguas. Era curioso verla. Tenía una larga melena de color azul intenso y tenía unos ojos pequeños y del color del más puro de los bosques. La miraban con atención.
-¿Qué hacéis ahí? Os vais a resfriar. Iros a casa. –Su voz era seria y apenas mostraba el menor atisbo de preocupación. Sin embargo, ese gesto les enterneció.
-No… no tenemos casa. No tenemos un sitio a dónde ir. Por eso… estamos aquí. –El moreno hablaba de forma mecánica.
La chica se agachó para mirarles directamente a los ojos. Más o menos tendrían su edad, pero estaba claro que eran más altos que ella. Uno era moreno, el otro rubio. El moreno tenía los ojos verdes y el rubio, azules. Pero aun así, se parecían muchísimo. Y algo en ellos le llamó la atención. En los ojos de ambos se vio reflejada. Hacía poco que ella misma había perdido a su familia. De un modo u otro, le dieron algo de pena.
-Entonces… venid a mi casa. Al menos hasta que deje de llover. No puedo dejaros aquí… -sacó un paraguas enano de su bolso y les tendió el grande que estaba sosteniendo hasta entonces.
Los chicos se miraron sin poder creerlo. ¿No iban a morir…?
La chica se puso de pie, musitó un leve “seguidme” y no volvió a hablar hasta que llegaron a su casa. Los dos hermanos no dejaban de mirarle, sintiendo una gran curiosidad.
Cuando llegaron al apartamento, ella dejó las bolsas de la compra que estaba cargando y fue a buscarles un par de toallas para que se secaran. Se quitaron los zapatos y les enseñó dónde estaban las duchas.
-Cuando terminéis, id a esa habitación. –Señaló una habitación del fondo del pasillo. -Hay algo de ropa de mi padre, supongo que algo os podrá servir. Luego ya veremos que hacemos, pero lo primero es una ducha bien caliente.
Cada uno fue hacia una ducha, pero siguieron en contacto por telepatía. No dejaban de sorprenderse por la suerte que habían tenido de encontrar a alguien que, al menos, les había resguardado de la lluvia, les había ofrecido una ducha caliente y ropa limpia y seca. Y lo más importante, les había salvado de morir ahí mismo.
Mientras se duchaban, la chica empezó a cocinar algo. Se notaba que hacía días que esos chicos no comían nada. Sin embargo, sus acciones eran mecánicas. Desde que había tenido que presenciar la muerte de sus padres hacía ya dos meses a manos de las brujas, no había vuelto a ser la misma. Lloró mucho ese día y siguió llorando hasta el día del entierro. Y luego, no lloró más. Sencillamente, no quedaban más lágrimas ahí dentro. Pero se había vuelto más fría. Sus ojos no mostraban expresión ninguna. Y lo peor, no había vuelto a sonreír, había olvidado cómo se hacía y sentía que no tenía motivos para ello.

Al poco rato, oyó como las puertas de los baños se abrían, al unísono. Se dirigieron a la habitación para vestirse y ella se concentró en terminar de cocinar.
Salieron y se dirigieron con paso lento a dónde estaba ella, que acababa de poner la mesa en ese momento. Les había preparado un auténtico banquete, había de todo. Los chicos abrieron mucho los ojos y se les hizo la boca agua solo con ver la mesa.
-Venga, sentaos, que no muerdo. Comed lo que queráis. ¿Cuántos días hace que no coméis nada…? –El rubio levantó una mano y mostró tres dedos. –Eso es terrible. Pues venga, a comer. Se sentó en la mesa en silencio mientras comía tranquila. Por su parte, los gemelos casi devoraban la comida. No sabían si era porqué llevaban tanto sin comer o porque realmente estaba rico, el caso es que devoraron casi todo lo que había en la mesa a una velocidad de vértigo. La chica se sorprendió.
-¡Sí que teníais hambre…! –se levantó de la mesa y se sentó en el sofá, haciéndoles un gesto a los chicos para que se sentaran cerca. –Bueno… Ahora, ¿vais a contarme qué ha sucedido? Creo que es lo mínimo, después de… todo, vaya.
Los hermanos se miraron y asintieron a la vez. El moreno empezó a relatar la historia.
-Nos llamamos… Hans y Zack Hanzo. Somos gemelos. Hace dos semanas nos fuimos a dar un paseo, jugando por los bosques, lo normal. Al volver a nuestra casa, estaba todo destrozado. Todo fuera de sitio, todo roto, desordenado… el más tremendo de los caos. La policía ya estaba ahí y nos decían que no podíamos pasar. ¡Pero era nuestra casa! Nos dejaron esperando fuera durante una hora. El inspector vino a buscarnos y nos dijo que el estado en el que había quedado nuestra casa no era el único desastre. Toda nuestra familia había muerto, asesinada. Insistimos con que queríamos verlo por nosotros mismos. El inspector se resignó, pero accedió. Nos guió hasta la habitación de nuestros padres y… -el moreno no pudo seguir hablando, se le cortó la voz.
-Los cuerpos de nuestros padres y de nuestra hermanita pequeña yacían en el suelo, inertes, fríos y encharcados en su propia sangre… -siguió hablando el rubio, gimoteando. –No podíamos creerlo. Caímos al suelo de rodillas y nos quedamos un buen rato abrazados el uno al otro llorando… El policía nos preguntó si teníamos a algún familiar que pudiera hacerse cargo de nosotros, y dijimos que si, porqué realmente lo pensábamos. Varios hermanos de nuestra madre vivían por la zona. Pero, cual fue nuestra sorpresa al ver que todos y cada uno de nuestros tíos y tías nos cerraban la puerta en las narices, diciéndonos que su muerte era nuestra culpa… -el rubio empezó a sollozar, sin poder hablar más.
Nuestra propia familia nos abandonó… -Al moreno le costaba controlar la voz. -Desde entonces, vagamos por las calles, tan solo esperábamos nuestro final y… -miró a la chica, sinceramente agradecido- y entonces has aparecido tú.
La chica les miró con curiosidad. Lentamente se levantó del sillón y les miró muy sería. Puso una mano en sus hombros.
-Nunca hay que perder la esperanza chicos. En algún lugar, siempre habrá alguien que se preocupe por vosotros, no estáis solos. Yo ahora cuidaré de vosotros, así que… No perdáis la esperanza, Zack y Hans Hanzo.
Les abrazó para tratar de confortarles, pero se emocionaron tanto por aquello que se echaron a llorar, abrazándola y dándole las gracias. Se quedaron abrazados los tres hasta que se calmaron. Luego les señaló la misma habitación dónde se habían vestido antes.
-Chicos, ha sido un día largo y cansado para todos, mejor nos vamos a dormir pronto. Por hoy, dormid ahí, mañana ya empezaremos a movernos. Pero creo que los tres necesitamos un descanso. Dormid bien, hermanos Hanzo.
Salió de la cocina lentamente y se metió en una de las habitaciones para dormir. Los chicos, sorprendidos, se fueron a la habitación. Al meterse en la cama, empezaron a llorar de felicidad, y así se durmieron.


Hans abrió los ojos. “Yo tampoco olvidaré nunca ese día…” Al fin, consiguió dormirse, con una sonrisa tranquila en su rostro.

viernes, 19 de abril de 2013

Soul Hunter: 6


CAPÍTULO 6

Tryzz se revolvía incómoda en la cama, una terrible pesadilla la acechaba. Su subconsciente no dejaba de recordarle una y otra vez como el triple asesino había conseguido pillarla desprevenida y casi la ahorcaba. Dolía, no podía respirar. Se despertó llorando. Había pasado mucho miedo. Gracias a los Dioses que sus chicos siempre estaban ahí. Era perfectamente capaz de luchar cuerpo a cuerpo, pero aun así…
Durante un instante, un recuerdo fugaz pasó por su mente. Por un segundo, pensó en rendirse. Echaba de menos a sus padres y pensó que si se rendía, volvería a verles. Pero el grito de Zack empuñando a su hermano le devolvió a la realidad y recordó que precisamente por ellos, no podía rendirse. Por sus padres, por sus chicos… Debía seguir adelante.
Volvió a tumbarse en la cama, pero le fue imposible conciliar el sueño. Salió de la cama enfurruñada y resignada. Se tapó con su batín y se fue a la cocina para prepararse un tazón de leche calentita.
Se sirvió leche hasta arriba y le añadió cacao. Bastante. Esbozó una sonrisa. Le encantaba el chocolate. Todavía tenía los ojos medio cerrados, así que la cuchara se resbaló y cayó al suelo, haciendo ruido. Cerró los ojos fuertemente, esperando no haber despertado a los chicos, que se merecían un buen descanso. Pero no hubo suerte. Al rato, el rubio salió de su habitación bostezando y rascándose la nuca.
-Perdona, ¿te he despertado…? –Tryzz le miró con aire arrepentido.
Hans negó con la cabeza. –Tranquila, hace un buen rato que me he desvelado.
La chica suspiró aliviada. Volvió a su tazón, luego miró al chico. -¿Quieres uno? –le mostró una de sus sonrisas más dulces. Hans asintió con una gran sonrisa mientras se dejaba caer en el sofá.
-Oye… -Tryzz empezó a hablar mientras preparaba otro tazón de leche como suyo. Les gustaba la leche del mismo modo, en eso eran iguales. –Esta noche has estado genial, Hans. Gracias por todo.
Puso los tazones a calentar. El rubiales se soltó una suave carcajada. El microondas pitó, avisando de que ya estaba y la chica cogió los tazones con cuidado y le dio el suyo a Hans.
-Tryzz, somos un equipo, ¿verdad? Estamos juntos en esto –alzó su puño, victorioso.
La chica asintió y soltó una risita. Era cierto, eran un equipo. Bebió de su tazón, dejando que la calidez de la leche y la dulzura del chocolate la invadieran y la calmaran. El rubio hacía lo mismo. Se terminaron el tazón sin decir nada más, algo más tranquilos. Hans llevó los tazones hacia el fregadero. Tryzz se había quedado recostada en el sofá, a punto de dormirse.
-Oye, bella durmiente, vete a la cama –Hans la sacudió suavemente. La chica abrió los ojos, fastidiada. Extendió el brazo, dándole a entender al rubio que le ayudara a levantarse. Captó el mensaje y le ayudó. La chica se llevó una mano al cuello, instintivamente, frotándolo con suavidad.
-¿Te duele? –preguntó él. Ella asintió levemente. –Déjame ver, anda… -le echó un vistazo y puso mala cara. -Te quedará marca durante varios días, pequeña. Menuda bestia…
Asustada, Tryzz corrió al cuarto de baño para mirarse el cuello. Hans la siguió, algo preocupado. Se miró en el espejo y… ¡Qué horror! Tenía el cuello enrojecido y algo hinchado, y se veían claramente las marcas de la cuerda. Al verlas, recordó lo sucedido y se echó a llorar en los brazos de su rubio.
-Hans… Estaba asustadísima… No podía moverme… -El pobre la abrazaba sin saber qué decir ni qué hacer. –E incluso, por un segundo… pensé en abandonar…
-Eh. Eso nunca, pequeña. –La estrechó fuerte entre sus brazos. -¿Recuerdas el día que nos conocimos? ¿Recuerdas que nos dijiste, eh? Nos miraste muy seria y dijiste: “Nunca perdáis la esperanza, chicos. Siempre…
-Siempre habrá alguien que se preocupe por vosotros, nunca estaréis solos –ella terminó la frase.
-Eso es. Pues bien, no pierdas ahora tú la esperanza, Tryzz. Zack y yo estamos a tu lado, pase lo que pase.
La chica se emocionó al oír aquello, sus ojos volvieron a inundarse de lágrimas. –Es que… ¡les echo mucho de menos…! –El chico sabía que se refería a sus padres, aunque no dijera nada. -¡Pensé que podría volver a verles…! –su llanto se hizo más fuerte.
-Tryzz… Los que se han ido no pueden volver. Lo sabes tan bien como lo sabemos mi hermano y yo. Pero… -le acariciaba el pelo tratando de calmarla –no estamos solos. Nos tenemos los unos a los otros. Tenemos a los chicos de la sociedad. Y por los que se han ido, por aquellos que han caído, por ellos hay que seguir… porque nunca tendrán esa oportunidad, y hay que aprovechar cada segundo, el tiempo es oro. –Le levanta la cabeza para que le mire y se pone serio –Así que no quiero que vuelvas a pensar en algo así. ¿Qué dirían tus padres si te rindieras ahora, eh?
Aquello la hizo reaccionar. Hans tenía razón. Sus padres… Habían sido su mayor apoyo, siempre a su lado para lo que fuera. Y era gracias a ellos que muchas veces conseguía cosas que ni ella misma creía que podía llegar a conseguir. Sus padres siempre se habían sentido muy orgullosos de su hija. “Es muy valiente”, decía su padre. “Nunca se rinde”, decía su madre. ¿Qué pensarían si la vieran así…? ¡Se sentirían tan decepcionados…! Alzó la cabeza, con aquella determinación grabada a fuego en sus ojos que la caracterizaba y sonrió.
-Gracias, Hans. Estás que te sales hoy –le dio un codazo amistoso.
Él negó con la cabeza esbozando una de sus particulares sonrisas. El rubio tenía una de esas sonrisas capaces de iluminar incluso al más oscuro y corrompido de los corazones.
-Para eso estamos, encanto. Y ahora a dormir. Mañana nos toca descansar, pero aun así no nos conviene estar despiertos a estas horas…
La chica asintió y tras darle las buenas noches, pudo conciliar el sueño con tranquilidad.
Pero el rubio no tenía tanta suerte. Se volvió a su habitación, dónde su hermano dormía tranquilamente. Al rato, el moreno empezó a murmurar en sueños. Hans sintió curiosidad. Mediante la telepatía se metió en su mente para ver con qué soñaba. ¡Qué sorpresa, justo cuando había estado hablando de eso con ella…! Pudo verse a sí mismo y su hermano hacía un tiempo, en la calle y empapados. Eso era cuando hacía poco más de dos semanas que lo habían perdido todo. Llevaban una semana en la calle y más de tres días sin comer. La gente les miraba con carita de pena, murmuraban “pobres niños”, pero no se molestaban en ayudarles. Una súbita lluvia empezó a caer de repente, implacable, golpeando sin piedad. Se quedaron acurrucados entre dos grandes cajas de madera, el uno junto al otro… Su hermano soñaba con el día que conocieron a Tryzz.

lunes, 8 de abril de 2013

Ese día...

Vueltas y más vueltas... Los humanos somos caprichosos y cabezotas por naturaleza, y cuando algo no nos gusta, solemos darle más vueltas de la habitual, porque nos parece imposible que algo no pueda salir como habíamos previsto.
"¿Porqué? Si tendría que haber salido bien... Todo estaba planeado"
Pues algún error debiste cometer, las cosas son así. 

Y nos negamos a aceptar la realidad. Seguimos negando lo evidente, protegiéndonos. Lo que no vemos es que, de este modo, solo conseguimos hacernos más daño. Así que, echamos a correr, huimos porque no podemos con los hechos, caen sobre nosotros con demasiada crueldad.

Pero, llega un punto en el que hemos corrido tanto, tan lejos, que no sabemos dónde estamos ni quienes somos. Cada cual tiene sus valores y sabe como es... pero es en ese momento cuando te lo cuestionas todo.  "¿Realmente soy así de cobarde? Voy a seguir huyendo de la realidad toda la vida?"

Entonces, tratas de enfrentarte a todo eso. Coges aire, le echas valor... Y vuelves a huir, sintiéndote incapaz de todo. Y, esto es un círculo vicioso que cuesta romper.

Sin embargo, llegará un día en el que, sorprendentemente, no te costará aceptar la realidad. Todo será mucho más sencillo. Cuando llega ese día, sabrás que has crecido, que has madurado y que, por supuesto, sin lugar a dudas, te has hecho más fuerte.

Lo malo es que para que llegue ese día tendrás que llevarte muchísimas decepciones antes. Deberán romperte el corazón en incontables ocasiones, te llevarás las palizas psicológicas más duras que jamás conocerás, recibirás puñaladas desde donde creías que jamás podrías recibirlas...

Pero cuando ese día llegue, estarás preparado para lo que sea.

Well, here I am. I wonder when this day will come for me. I even deserve it? Who knows? But minewhile, I'll wait, 'cause the life will not let me fall again...

martes, 2 de abril de 2013

Soul Hunter: 5


CAPÍTULO 5

Cenaron con calma y tranquilidad. Todos necesitaban cierta concentración, algunos más que otros. Tryzz acabó de darle los últimos retoques a Hans, quien estaba hecho un flan.
-Creo que he olvidado como caminar. Y no me refiero solo a los tacones. Creo que lo he olvidado todo.
-¡No seas bobo! Lo harás muy bien. Has practicado duro esta tarde. El resto déjamelo a mi. Esa sabandija no se nos escapará.
Le maquilló un poco, solo para que no se notara tanto esa expresión dura de chico.
Salió del baño para encontrarse con Zack:
-Recuerdas lo que te he dicho antes, ¿verdad? Va muy en serio Zack. Tu hermano ha hecho un esfuerzo descomunal. Espero lo mismo por tu parte.
El moreno asintió. Ya se había mentalizado de ello, pero no sabía la impresión que le daría ver a su hermano de ese modo. Aun así, se jugaba mucho si se reía…
Era la hora.

Salieron de su casa dos horas antes de la hora establecida, para llegar al lugar con tiempo.  Peinaron y rastrearon la zona. Al cabo de casi una hora, vieron una chica rubia. Parecía algo asustada y miraba alrededor con los ojos muy abiertos. Tryzz se dio cuenta de ello.
-Hola. ¿Esperas a alguien? –esbozó una de sus más amplias sonrisas.
-Pu-pues si…
-Mira, sé a quién esperas. Es mejor que te vayas. No te conviene estar por aquí…
-¿Sa-sabes quién es…? –no daba crédito a sus oídos.
-No debes estar aquí. Huye mientras aún estés a tiempo.
-¿Quiénes sois…?
-Somos de la sociedad de almas. Este no es un lugar seguro. Vete a tu casa, ahí no podrá hacerte nada.
-¡La sociedad de almas…! –Era una sociedad famosa, conocida en casi todo el mundo. La chica palideció y salió de ahí corriendo como alma que llevaba el diablo. –¡Gracias! –se pudo oír su voz débilmente mientras se alejaba. Tryzz esbozó una sonrisa. Realmente, disfrutaba de su trabajo. Ahora solo quedaba esperar…
Cuando se acercaba la hora, empezaron a oír pasos. Tryzz miró seria a Hans. Habían trabajado muy duro para ese momento.
-Es la hora, rubito. Ya sabes qué hacer… ¡Que empiece el espectáculo! –Zack y Tryzz fueron a esconderse mientras que Hans se dirigía al callejón en cuestión. Zack se fijó en su hermano. Realmente, si no sabías quien era, parecía una chica…
-In-increíble… Tryzz, realmente sabes hacer magia… ¿Cómo has conseguido que…? –hablaba en susurros.
-Insensato, te dije que no me subestimaras –esboza una sonrisa. Dejan de oír los pasos. Dirigen su mirada hacia el callejón y vieron a un hombre parado de pie mirando a Hans, que estaba de espaldas. Zack se puso muy recto.
-Tryzz, es él. Siento la energía que desprende. No hay duda. Estamos ante el triple asesino.
Ella se limitó a asentir y a sonreír.
-A mi señal, Zack –el interpelado asintió y observaba la escena.
-Hola guapa. Soy quién te ha hecho venir. ¿Me esperabas…? –la asquerosa voz de aquella bestia inundaba el callejón.
-Hola, señor. Le estaba esperando, en efecto. –Hans puso voz de falsete con la esperanza de que sonara más aguda. Consiguió engañarle.
-Verás, preciosa… -le puso una mano en el hombro y le hizo girarse. Al verle, su expresión de pederasta cambió al completo horror.
-Tú… ¡Tú eres un tío! –se dispuso a marcharse, pero Hans se lo impidió. Le agarró por el cuello con el brazo, el cual se convirtió en el fino filo que era su espada.
-Oh, ¿A dónde crees que vas?
Tryzz hizo un movimiento de cabeza. Zack se transformó en silencio y sin hacer ruido, acorralaron al triple asesino por detrás.
La bestia consiguió zafarse, llevándose un corte considerable en la cara. Se disponía a huír, cuando Tryzz le barró el paso, con Zack en su mano.
-Oh, ¿se va a ir tan pronto? –esbozó una sonrisa burlona. Acto seguido se puso seria. -¡Triple asesino! Soy la usuaria de las katanas de la muerte japonesas, Tryzz. Y esta noche, ¡me quedo con tu alma!
Al instante, Hans se transformó, ante la atónita mirada del asesino y se puso en la mano libre de la chica. Les empuñó como solo ella sabía hacerlo y antes de que tan siquiera pudiera reaccionar, se abalanzó sobre él, propinándole una serie de severas estocadas que el asesino esquivaba con dificultad. Por desgracia, el asesino era rápido, y consiguió huír. Tryzz salió disparada tras él, sin perderle la pista en ningún momento. Es rápido, pensó ella. Igual que el profesor… Esbozó una sonrisa y aumentó la velocidad.
Pronto se encontraron de nuevo en un callejón. Sin duda, era una bestia de costumbres. La esperaba. Se puso a dar vueltas a su alrededor. Era condenadamente veloz. En un descuido, consiguió ponerse tras ella. Sin perder un segundo, puso su cuerda en su cuello y empezó a tirar, con la clara intención de ahorcarla.
-No debiste meterte dónde no te llaman. Condenada sociedad… No eres mi tipo pero… ¡contigo haré una excepción! –tiró de la cuerda con más fuerza.
Tryzz soltó a las espadas para llevarse las manos al cuello, tratando de separar la cuerda de su cuerpo. Era muy fuerte, la tenía bien agarrada. Su cuerpo se paralizó y no podía hacer nada. Zack se destransformó y cogió a Hans. Le asestó una fuerte estocada en el estómago, hundiendo el filo de su hermano en sus asquerosas tripas. El tipo soltó el agarre, gritando de dolor y llevándose las manos a la barriga y Tryzz cayó al suelo, tratando de recuperar la respiración. Hans volvió a su forma humana también para ayudarle a levantarse. Se levantó como pudo, el tipo seguía en el suelo, retorciéndose de dolor.
-¡Zorra…! ¡Me las pagarás…! –trató de levantarse, pero no pudo.
-Déjame que lo dude. –alzó las manos y sus chicos volvieron a sus formas de espada rápidamente. Cortó la cuerda en dos. El pobre diablo se puso a gritar como si le hubieran partido las piernas. Puso un pie en su horrenda entrepierna y pisó con fuerza. Se puso a gritar como un cerdo. Disfrutó de esa expresión durante un segundo. Acto seguido, cruzo sus espadas en alto.
-Triple asesino, ¡he dicho que me quedo con tu alma! –Clavó ambos filos en su corazón, matándolo al instante.
Sacó las espadas. El cuerpo del asesino empezó a desfigurarse, formando líneas rojas y negras. Al final, solo quedaba su alma, levitando. Tryzz suspiró aliviada. Seguía algo dolorida, así que apenas terminó el combate sus piernas le fallaron y se dejó caer en el suelo. Los chicos volvieron a sus formas humanas, preocupándose por ella.
-Tryzz, ¿estás bien? –la chica respondió asintiendo con la cabeza, tosiendo todavía y llevándose las manos al cuello. Con un leve movimiento de cabeza, señaló el alma y luego miró a Hans.
-Rubio… Te la has ganado –sonrió débilmente.
El rubiales esbozó una amplia sonrisa. Cogió el alma entre sus manos y empezó a apretar hasta que se introdujo en él. Una suave luz roja le envolvió durante un segundo.
-¡Si! –exclamó Zack contento. ¡La actuación de esta noche ha sido todo un éxito!
Los tres sonrieron. Tryzz trató de ponerse de pie, pero Hans la cargó en su espalda y se fueron hasta el apartamento. Por el camino, Zack se dio cuenta de que su querida usuaria se había dormido.
-Pobre. Está agotada… -sonríe. –Buen trabajo el de hoy, hermanito. Has estado sensacional. Te dije que saldría bien.
-Ha sido un trabajo en equipo –le guiñó un ojo.
Al llegar, acostaron a Tryzz. Zack ayudó a su hermano a quitarse toda la parafernalia que llevaba encima y nada más acostarse, se durmieron enseguida, agotados pero con una sonrisa en sus labios.

miércoles, 9 de enero de 2013

Soul Hunter: 4


CAPÍTULO 4

Se encaminaron hacía su apartamento con el habitual ritual. En esta ocasión, era más importante que nunca llevarlo acabo. Tryzz necesitaba todo el silencio y tranquilidad del mundo para poder prepararse adecuadamente.
Al llegar a casa, los hermanos Hanzo sabían lo que debían hacer. Sabían que Tryzz era alguien de costumbres, y de ahí no la saques. Sabían que Tryzz subiría a la azotea con la música a todo volumen. Sabían que no bajaría hasta la hora de comer. Y sabían que si la comida no estaba lista cuando ella bajara, se armaría una gorda y no podrían estar en sintonía esa noche.

Tal y como ellos sabían, Tryzz subió a su azotea. Tal y como ellos sabían que haría, puso la música a todo volumen. Lo que ellos no sabían era lo que hacía Tryzz ahí arriba. Y jamás lo sabrían. Era otra de sus manías.
La azotea era su particular refugio, su santuario, por así decirlo. Los Hanzo sabían que nunca debían subir, aunque ella no se lo hubiera dicho nunca. El espacio estaba preparado como una pequeña ciudad. Había paredes y vallas, muros…
La música empezó a sonar y ella empezó a trepar por las vallas, al son de la música. Se abalanzaba contra las paredes solo para poder girar usándolas de apoyo.
Saltos, más saltos, piruetas… Era verdaderamente espectacular verla. Pero nadie la veía. Era su entrenamiento particular. Y si había alguien con ella, no serviría de nada.
Empuñó dos espadas de madera para simular a sus chicos, y empezó a hacer lo mismo de antes. Hacerlo sin espadas era más sencillo, por eso debía hacerlo cuanto más complicado mejor.
Estuvo ahí arriba durante 3 horas…

Por su parte, los hermanos Hanzo se dedicaron a hacer alguna que otra tarea de la casa, sin preocuparse demasiado por la chica de la melena azul.
Al cabo de una hora, mientras se hacía la comida, empezaron a comentar la estrategia de esa noche.
-Hay que atraparlo mientras esté en el callejón, antes de que mate a su siguiente víctima –dijo Zack con su habitual semblante pensativo.
-Habrá que acorralarlo… O hacer que no pueda atacar, pero que tampoco pueda escapar… ¿Me explico? –dijo el rubio mientras se levantaba para atender la comida.
-Me he perdido… ¿A que te refieres? –el moreno estaba confuso.
-Estás espeso, ¿eh hermanito? –se rio Hans. –Es muy simple. Verás, esa bestia es alguien de costumbres, ¿verdad? No podrá matar a nadie si no está en el callejón adecuado o con la víctima adecuada. Hay que localizar a la próxima víctima y ponerla a cubierto… Y luego, crear un señuelo.
Zack se quedó pensativo un rato, mirando al infinito. Su hermano sabía que estaba pensando, así que no le molestó. En determinadas ocasiones, Zack era realmente lento…
Hans casi se había olvidado de su hermano mientras sostenía la cuchara de madera.
-¡CLARO! ¡ERES BRILLANTE HANS!
El pobre rubio dio un bote que hizo que la cuchara saliera volando.
-¡No me des esos sustos, melón! –Hans fue a por la cuchara y le dio un golpe a su hermano con ella con todas sus fuerzas.
-Perdona, me había quedado absorto… -dijo el moreno disculpándose y frotándose la cabeza, menudo golpe le había dado… -Mira, es un plan brillante. Saldremos de aquí una hora antes y custodiaremos la zona. Tendremos ese callejón y los cercanos vigilados. A la primera chica rubia que se acerque, la alejamos de ahí. Y luego… sobre el señuelo…
-Si, tengo que admitir que no había pensado en ello, lo he dicho porque parecía una buena idea, pero no se me ocurre que… -Hans dejó de hablar, el modo en como le miraba su hermano no le gustaba nada. Los ojos del moreno se iluminaron y su hermano supo en qué estaba pensando.
-¡Ah no, eso si que no! ¡Tú alucinas! ¡Ni hablar! –Hans se alejó de ahí con paso decidido.
-Venga, ¡si ha sido idea tuya! –dijo su hermano persiguiéndolo. –Además, yo no puedo hacerlo, ¡no soy rubio!
-Una cosa es atrapar a un asesino, ¿pero travestirme para eso? ¡Tú estás loco!
-Hay que sacrificarse por el equipo, hermanito. Además, solo será un momento, hasta que le tengamos donde queremos… y luego acabamos con él.
Hans le miró escéptico y se encerró en su habitación. Zack sabía que no estaba enfadado, simplemente lo estaba considerando. Se encogió de hombros y fue a la cocina a acabar de hacer la comida.
Hans se cruzo de brazos y piernas sentado en la cama, con los ojos cerrados, pensativo. Su hermano debía estar de coña, ¿verdad? ¿Cómo iba a hacerse pasar por una chica? Era rubio si, pero era musculoso y se veía a la legua que era un chico… Pero… Lo harían de noche, y si Tryzz le ayudaba… Dioses, ¡no! Sacudió la cabeza. Era demasiado vergonzoso. Pero, realmente, era un buen plan, y necesitaban algo para pillar a ese triple asesino…
-¡AAAAAHHH! ¿PORQUÉ A MI? –Hans exhaló un grito que resonó por toda la casa. Se dio un par de cabezazos contra la pared y empezó a revolverse el pelo con las manos mientras se revolvía en la cama, sin saber qué hacer.

Zack, por su parte, terminó de hacer la comida y puso la mesa. Cogió un libro mientras esperaba a que Tryzz bajara a ducharse.
Al cabo de media hora, la escuchó. Bajó y se encaminó a la ducha. Fue una ducha rápida, solo para quitarse el sudor de haber entrenado. Se había recogido el pelo en un moño y ya se había lavado la cabeza esa mañana. En cinco minutos, estaba fuera de la ducha.
Cuando ya se había vestido, la comida estaba en la mesa y los tres sentados alrededor. Los hermanos Hanzo, los cuales podían comunicarse telepáticamente, discutieron si contarle el plan a Tryzz o no. Al final, se lo contaron.
-¡Jajajajajaja! ¡Por todos los dioses, si! ¡Hay que hacerlo! –Tryzz se rio tanto que se cayó de la silla y seguía riéndose a carcajada limpia en el suelo.
-Pero bueno, ¿tú en qué piensas? –dijo Hans enfadado.
-¡En que nunca tuve una hermana pequeña! –dijo Tryzz, arrancando a reír nuevamente. Eso hizo que Zack se riera también.
-¡Venga ya! ¡Callaos, bocazas! ¡¿Es muy fácil reírse si no tenéis que hacerlo vosotros, verdad?!
El moreno y la chica se miraron, tratando de sosegarse. Cuando lo consiguieron, Tryzz habló:
-Bueno, pongámonos serios. Dejando de lado la broma evidente, es un plan brillante. Venga Hans, si esto sale bien, te hago el plato que tu quieras para celebrarlo –dijo Tryzz guiñando un ojo.
El rubio se quedó pensativo. Tryzz cocinaba bien cuando se lo proponía, y solo sería durante un rato, mientras le acorralaban…
-Bueno listillos, ¿y como se supone que vamos a hacerlo? Seré rubio, pero se nota a la legua que soy un chico.
-Oh cielo, ¡nunca subestimes a tita Tryzz! Antes de ser usuaria, he hecho más cosas… ¿No os habéis fijado que tengo un armario enorme en el baño? Pues ahí guardo mis cosillas para hacer magia –dijo Tryzz esbozando una gran sonrisa.
Se encaminaron los tres hacia el cuarto de baño. Hans se sentó en la taza mientras que ella abría el gran armario. Sacó un enorme maletín.
-Lo primero es lo primero. Tienes la piel fatal cielo, ¿te lo he dicho nunca? –Tryzz le puso una especie de turbante, (pues el pelo le tapaba la cara) y empezó a aplicarle potingues.
-Oye oye. Tiene un pase que tú me veas, porque eres tú quien me va a hacer… lo que sea que vayas a hacer. Pero quiero que Zack se largue, esto ya es suficientemente humillante…
-¡No! ¡Yo quiero ver! –dijo el moreno, como un niño que quiere entrar en una tienda de juguetes.
-El rubiales tiene razón nene. Estás disfrutando demasiado con esto. Vete a la cocina y recógela, ¿quieres? –dijo Tryzz en un tono autoritario.
-¡Pero…! –Zack empezó a protestar, pero con ella eso no servía de nada.
-Zack. Recoge la cocina –cuando ponía ese tono, daba miedo.
-S-si… Zack se alejó temblando, realmente daba miedo.
Tryzz suspiró. No quería haber sido tan brusca, pero no le había dejado alternativa. El rubio la miró con aires de culpabilidad y algo preocupado.
-Tranquilo. A él también le prepararé algo que le guste –dijo poniéndole la mano en el hombro.
Tryzz siguió trabajando. Le aplicó un segundo y un tercer potingue, mientras que Hans se limitaba a cerrar los ojos y a dejarla hacer.
-Bueno, esto es otra cosa. Tu piel está muchísimo más fina… Como que te has duchado esta mañana, tendrás el pelo limpio, ¿verdad? –el rubiales asintió. –Pues bien, es la hora de… ¡cha-chán! –dijo toda feliz mientras sacaba algo de la bolsa.
-¿Y esto qué demonios es? –señaló Hans, escéptico.
-Esto, mi buen amigo –dijo ella mientras le quitaba el turbante y le peinaba –se llaman extensiones. Estas en concreto son de cortina, por lo que podremos hacer que parezca que tienes el pelo largo y además, son del mismo tono que tu rubio. Perfecto.
-Oye, ¿por qué tenías extensiones del mismo tono de color que mi pelo?
-Ah, ¡jamás lo sabrás!
Giró a Hans para ponerse detrás de él y se las colocó con unas pinzas que las propias extensiones llevaban. Le volvió a peinar.
-Vaya, ¡menuda señorita!
Hans se miró al espejo con miedo. Vaya. Si alguien le miraba de lejos, si que parecía una chica.
-¡Te dije que no me subestimaras, querido! ¡Tita Tryzz es maga! Pero… tus músculos… se ven demasiado…
Cogió unas vendas del armario y empezó a vendarle los brazos a la par que apretaba las vendas.
-Si las aprieto demasiado dímelo. Tengo que apretarlas lo más fuerte que pueda.
-Tranquila, puedo aguantarlo.
-Tienes suerte de no ser peludo cielo. Si no, tendrías que conocer a mi buena amiga la cera.
La cara de Hans palideció. Si bien no se había depilado antes, sabía muy bien lo que era
Tryzz se marchó para ir a buscar ropa. La suya no le valdría, Tryzz era muy pequeña. Pero seguramente si que le valdría algo de su madre. Si, algo serviría.
Empezó a rebuscar en el armario donde había puesto toda la ropa de sus padres. Vio algo perfecto: Un vestido negro, largo y con mangas, perfecto para la ocasión. Se le encendió la lucecita y cogió un par de cosas más.
-Ya estoy aquí, querido. He encontrado algo que nos va a ir de perlas. Pero antes… -le tiró algo.
-¿Y esto que se supone que es?
-Esto son medias de compresión –dijo ella sonriendo. Y tendrás que aprender a andar con esto… -dijo mientras le enseñaba unos tacones.
El pobre Hans  palideció más todavía. –Debes estar de broma, Tryzz.
-Puede que esté sonriendo, pero te aseguro que hablo muy enserio. Ponte las medias y te enseñaré a andar con tacones.
-Como esto no sirva para pillar al monstruo ese… -dijo con resignación mientras se ponía las medias.
-Verás como le cogemos. Ponte los tacones, venga.
Dejó al rubio mirando a los tacones con cierto asco mientras ella iba a buscar unos suyos.
De camino a su habitación se encontró con su moreno favorito. Sonreía demasiado.
-Primera advertencia, señorito. Una sola risa, una sola burla, y haré que te arrepientas de ser mi arma. ¿Me he explicado bien, Zack Hanzo? –dijo Tryzz empleando su tono más serio y autoritario.
Si Zack ya era pálido, ahora parecía que fuera uno con la pared del pasillo, blanca inmaculada.
-C-claro… N-no hace falta que…
-¿¡ME HE EXPLICADO BIEN?! –alzó un poco la voz.
-Si, Tryzz –el moreno sabía que cuando se ponía así, lo único que podía hacer, era acatar la orden sin chistar.
-Eso pensaba yo –su expresión se relajó y sonrió un poco. –Ve pensando en qué querréis que os prepare. Si esto sale bien, ¡tendremos un festín por todo lo alto! –dijo mientras se alejaba hacía su habitación.
Zack también se relajó y sonrió. Mmm, ¿qué podría pedirle? Algo que le saliera muy bien, algo que hiciera tiempo que no preparaba… Habría que pensarlo bien, ocasiones como esta no se presentan todos los días… Ya lo pensaría luego, lo primero es lo primero.

Por su parte, Hans y Tryzz estaban en uno de los largos pasillos, tratando de enseñar al pobre rubio a andar con uno de esos infernales zapatos de tacón.
-¡Venga querido, no es tan difícil! ¡Fíjate bien! –dijo la chica desde la otra punta del pasillo. Caminó hasta donde estaba el rubio, que ya se había caído un par de veces de bruces.
-Vamos a pensar en otra cosa Tryzz, esto es imposible… -dijo el pobre Hans, que estaba muy cansado.
-Hans Hanzo, he amenazado a tu hermano si llega a reírse, ¡así que súbete a esos zapatos y camina!
Suspiró. Volvió a subirse a esos tacones y se tambaleó. Esta vez, Tryzz se puso delante de él y le cogió las manos, como cuando enseñas a andar a un bebé. Eso dio mejores resultados.
-¡Eso es! ¡Muy bien grandullón! ¡Así se hace! –Tryzz pensó que si le alentaba, le pondría más ganas. Y no se equivocaba. Llegaron al final del pasillo. Se giraron y volvieron a intentarlo. Esta vez, Hans no se tambaleaba tanto, pero todavía sujetaba las manos de la chica. Tras un par más de idas y venidas, el rubio ya no se aguantaba, pero se tambaleaba un poco. A los 15 minutos, caminaba como una persona normal. Y 5 minutos después, ya le pilló el truco a andar con gracia.
-¡Ya lo tienes chico! ¡Estás hecho un crack, Hans! –por fin, tanto practicar había dado sus frutos.
Se quedó practicando unos 5 minutos más, para asegurarse de que de verdad lo haría bien.

Todo estaba en marcha. El señuelo estaba listo, y ella había practicado hasta la saciedad.
-¿Cómo lo lleva? –pregunto Zack, cuando salió del pasillo.
-Más que bien. Ya lo verás luego. Esta noche, el alma de esa bestia será nuestra.
Chocaron las manos. Solo faltaba esperar.